Inventario de una expedición

Frank Castell

Heredia y yo

Para mi amiga Yeline

Yo también he sido un desterrado.
No me convida nada,
ni las perdidas olas
ni las sirenas que vuelven y desnudan
la sombra de tantos peregrinos.

No puedo ser la imagen
que en silencio se compadece
del dolor ajeno.
No soporto más
este letargo.
Miro mis ojos pobrísimos
dormirse mientras las calles
permanecen vacías.

Tú dejaste el odio
cuando elegiste ser el Niágara infinito,
cuando en las tierras,
extrañas como luces,
sentiste que Dios
borraba tu silencio.
Sólo me duele ver
las aves que se marchan,
el cielo gris
y un mar distante que nos une.

Es duro que nadie nos comprenda
y seamos dos hombres
vencidos por la soledad.
Es duro esgrimir un arma
cuando la fe
es una patria sin retorno,
cuando las voces
no nos buscan
y el salitre
tiende a confundirnos.

Nunca esperé los pájaros,
nunca puse mis sueños
en un cristal de ausencias.
Por eso estoy de espaldas a la isla
con el orgullo ciego de un rapsoda
que espera ser el mar
que nunca vuelve.



Ansias

I
Hasta los pájaros ansían libertad. No por la simpleza del vuelo, ni por la música del árbol. Están en el límite de su desesperanza, sin libertad ni espíritu. Son los pájaros los verdaderos signos de la soledad. Ellos me recuerdan el dolor.

II
Así de simples son los días, escribir, soñar, volver y volver a mi pasado. Al seno de mi madre que llora por el hijo pródigo. Yo no ansío esa libertad de oveja sin rebaño, ni cielo, ni música, porque los pájaros, dibujos de mi muerte, permiten que el futuro asome en el silencio. Hay estaciones limpias donde los pájaros buscan esa franja etérea, pero todo es una parodia, un amuleto falso que se diluye en el color fino y desolado de la libertad.



Murallas

Viejo Constantino:
todos llevamos el amargo espíritu del náufrago.
Todos conocemos la mentira
porque los muros
son como los bárbaros,
sólo existen detrás de un espejismo.
Ítaca nos sonríe
Entre la muerte y el horizonte
hay un niño que sueña,
una ola cansada de presagiar
el rumbo hacia lo ignoto.
Viejo Constantino:
antes de ser me gustaría estar en el poema,
o simplemente ser la sombra.
Muéstrame por dónde pasarán los elegidos,
por qué la mancha sigue
con una herida indócil.
Cuéntame qué será del mar
cuando los bárbaros no existan.



De frente a la pared

Cuando el dolor te atrape
como a una fiera envilecida,
no disimules
ni pretendas ser un elegido
porque el dolor se marcha
y lo demás es sólo escombro,
(agua turbia que siempre ha sido turbia).
Cuando tus pasos vaguen
sedientos de no ser
tu última razón,
no recuerdes la infancia,
ni persigas el fin que no te corresponde,
porque la historia es una foto absurda
en la que aún no eres bienvenido.



Réquiem por el mar

Para mi amigo Héctor, muerto en el mar en 1994.

Mi infancia fue un tropiezo
-diría mi amigo-
Yo lo escuchaba desde mi sombra ingenua
con los pies cansados
y la sentencia del hombre que ahora soy.
Mi amigo – recuerdo-,
me presentó a los Beatles aquella tarde de 1984.
También recuerdo que soñé su música
en el vientre de mi madre.
Mi amigo estuvo al lado de lo ignoto,
de la profunda sed que censuraron.
Él y yo, pequeños puntos en el horizonte,
apenas comprendimos que el mar
es la razón de nuestras vidas.
Los Beatles fueron
más que el grito real,
el verdadero grito,
el que siempre hemos buscado.
Los años, feroces centinelas,
han escondido el mar de nuestros ojos
porque el presente sigue siendo esa franja inalcanzable.
¿Adónde iremos cuando los Beatles
guarden su brújula
y el camino precise de banderas
y el mundo sea una balanza?
Nuestra verdad, hermano, ya no existe,
como no existen John, ni Harrison.
Nuestro dolor, hermano,
parece un ave migratoria
a quien las alas no le alcanzan
para encontrar la luz,
la ausencia,
el yesterday, que muchos ya olvidaron.
Siempre el futuro será una máscara,
necesariamente una vía crucis
donde aguardarán los años
como únicos testigos.
El corazón apenas reconoce
nuestra soledad
y tanto recuerdo puede herir este poema.
Es cierto, soñamos con el mundo
perfectamente incomprensible,
perfectamente loco.
No existieron ventanas,
ni mujeres en el éxtasis del mito,
sólo una rodilla ciega
sin la patria triste de las calles.
Hoy, cuando los ojos buscan
la siempre anhelada lejanía,
regresan los acordes
a desafiar las pequeñeces
que nos legó el destino.
Cantemos Let it be,
para que el agua,
nuestro hogar,
alce sus brazos
sedientos de cordura.

Ahora, después de esta canción,
dejemos que la lluvia
renazca sobre nuestra sombra
con toda la nostalgia del olvido.



Ángel Escobar

No te conocí,
ni desafié la altura,
ni tus poemas fueron mi secreto,
(dolor signado por el aire).
Sólo busqué el libro tu foto
inerte y redimida.
No comprendí la euforia ni el diluvio,
ni la penumbra,
ni el sol abandonado.
Sólo encontré una imagen
cuando a pesar de todo
saltabas al vacío.



Última foto del náufrago

El mar es un camino sin bitácoras,
ni sueños que regresan hasta mí,
su espuma es similar al cancerbero
y a veces él me busca y no me encuentra.
El mar llega callado como un grito,
el grito más terrible de la nada.
Yo suelo compararlo con los pasos
que en muchas ocasiones se indefinen.
Hoy el dolor presagia una figura
con tanto azul vencido por la suerte,
pero sin miedo a ser sólo un anuncio
de luces olvidadas por la fe.
Hoy he perdido el mar y nadie sabe
lo duro que es tener sólo esta foto.



Premonición

Cuando intentes cruzar sobre los muros
y la música llame a tu camino
perderás el pasado y el destino
sin llegar a la muerte ni a los muros.

Buscarás el silencio desde el llanto.
Sentirás que la magia es sólo un sueño,
como nube echarás todo el empeño
hasta sentir el golpe del espanto.

Pero no intentes ser inexorable,
ni escribas el dolor de tu osamenta
porque en la soledad una tormenta
te seguirá los pasos con la brisa.
Entonces volverás a la ceniza
en un vértigo ausente, inevitable.



Testamento

Reniego de mi suerte profanada,
de símbolos y coces y rituales.
No me interesa el vino que a raudales
los usureros beben como nada.

Reniego de poemas y testigos,
cansado, sin final para mi nombre.
La angustia es una huella desde el hombre
cuando el hombre carece de enemigos.

Reniego sin volver a los arcanos,
al misterio confuso que mis manos
exhiben como sombra de mendrugo.

Reniego, ya sin fuerzas, al espejo,
ese ignoto lugar donde me alejo
a desafiar el hacha del verdugo.



Dios

Déjame el horizonte,
la música del éxodo,
las mañanas y el juicio
para escribir mi vida.

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