Inventario de una expedición

Teresa Melo

Las altas horas

El día de mi padre me decía al oído:
be careful, it’s my heart
Louis Armstrong dictaba en el oído
lo que nunca cantó.
Otro hombre perfecto fue su dueño.
Cantores, militares, ya no viven aquí.
Vive Daniela/
el eterno retorno de la canción que pide
cuida mi corazón de alturas y cemento.
Y por la suerte cuido.
Levísima es la suerte a la que doy memoria.

Hija mía. Sé libre
ama con esperanza/ con ingenuidad.

Una taza de té empecé a tomar hace años
y hace más tiempo removía la carne temblorosa
que tomaría el té. Desde ese temblor
escribí, escribí:
ahora cuento las palabras
que quedan sin contaminar.
Dentro de mí el piso 23 la escuela
el corazón que cae.
Tú eres ese cuerpo sin fragmentar intacto.

Hija mía soy libre
te amo con esperanza/ con ingenuidad.
Quédate cerca de la puesta del sol:
quien la fragmenta y disecciona
no puede hacer que el sol se ponga para ti.
Quien diseca la palabra
no puede hacerte vibrar con palabra alguna.
Eso te doy las puestas de sol que fueron
las sobre mí
las que te inquietarán y aquietarán
y esta palabra sin contaminar
para que la bebas con fruición
como la leche de las altas horas
la acunes, aprendas y mastiques
y te haga luz en la hora violeta
cuando el sol se ponga sobre mí.


Pez peleador / virtual pez

para Axel

Nevada la pared que oculta el pez
detiene el roce con que podría ser reconocido.
Deseaba un pez acariciable.
Si algo tornó leve un instante el rictus de la boca
fue ese lugar impreciso que emerge veloz
desde las aguas
y veloz escurre y se evapora.
Difuminado pez en el cristal nevado.
Si algo pudo quedar puesto de pie sobre la tierra
fruto iba a ser de la ascensión nocturna:
tiempo de respirar y dar la cara oculta
como un aletazo cortando la superficie líquida
tiempo de asomar los ojos transparentes
/ y de reconocer.

Para el oído del pez hubo palabras de aceite
por las que resbalaba inofensivo el mundo
hubo el reflejo de la casa posible/ días de tregue.

Del pez acariciable el rictus
el aletazo breve.
Ya no puedo confiarlo de la mano a la orilla
aunque tuvo el vientre/ tierras feraces/ lo que fue.
Allí quiso ver la casa del espejo enemigo virtual
pelea contra nadie.
No puedo ya contra el hermoso pez
detenerlo aceitar palabras nuevas
que reinventen la casa y transparenten la pared nevada.

Si algo iba a quedar de pie sobre la tierra
fruto del vientre sería y no del juego
de la casa de espejos.
Acariciable pez que desconoce la sangre semejante
la vena cristalina que le anuncia
que no hay enemigos ni guerra ni perdedor alguno.


Luz ciega

para Belkys Ayón

La punta aguzada dando contra la superficie/
el grafito. El vuelo de la mano forma los rostros
ciegos
pera reconocernos. Otros ruidos./
La vi entonces asomarse a ellos
como veré mañana, en los ojos de Ilsia, las torres
del tarot
convertidas en polvo. Otros ruidos/
pueblan con insistencia nuestro mundo mudo:
la punta aguzada del disparo penetra el rostro ciego.
Ni lienzo ni piel resistirá.

Vi cosas que olvidé porque estaban ahí
y eran recias o débiles según como se mire/
otros ruidos:
la punta del labio sonriente dando contra el ladrillo
contra una cúpula cercana
contra los muros del Country Club.
Y el rostro ciego se hacía permanente.

No sé lo que recuerdo como no sé dónde está lo que
no permanece. Sólo los otros ruidos: lo que fue la punta
aguzada dando contra los rasgos de cartulina/
punta del labio que da contra los muros
y es estriada punta contra piel.

Otros ruidos/ no supe guardarlos para mí.
Otra luz ciega
donde asomar nuestra impotencia.



Donde Serrano cree que puedo detener el salto

para Edurman Mariño

Él cree, yo lo dejo creer.
También me gustaría atrapar
la palabra capaz de detener el salto.
Él cree que podría. Nadie puede.
Tengo esta manía de repetir los mismos argumentos
pero de esos pocos, ninguno sirvió
para detener saltos que ni siquiera presencié.
Escribo cosas que describen a los suicidas
colgados de mi cuello como adornos navideños:
siempre retornan en sus fechas
siempre se piensan en otras parecidas.
Tuve a Karim tendido en una acera fija
y ha transcurrido todo, menos lo que era él
tendido allí: repaso esa película
en que él grita un estúpido nombre de mujer
y salta con el grito todavía sonante.
No regresé al piso 23 de F y 3ra
no alcé los ojos hacia él:
nada gané con esas omisiones: en mí
hay un piso elevado desde el que sigue lanzándose.
Tuve a Ignacio, muerto tiempo después de estar ya
muerto
abrazada de Ariel en las escaleras
que bajan al San Juan
donde es probable que Ignacio
no estuviera nunca.
No volví a ver el río desde esa perspectiva.
De nada me sirve si él muere
desde el balcón que eligió y muere en mi escalera.

Cuento lo mismo. Él cree. Yo lo dejo creer. los muertos míos que no me pertenecen tienen otros nombres en la muerte de otros. Ninguna palabra les evitó saltar. Saltó Belkys Ayón al encuentro de la avispa de metal / saltó Raquel, abandonando el tabaco en un parque de New York / saltó a las aguas contaminadas Ángel Escobar / escribo estos nombres que mastico con dificultad, envueltos en arena. No sé los otros. No sé el del que acaso lee esto con la sonrisa desviada del que cree saber.

A ti que piensas que podrías saltar ¿qué puedo decirte si sólo puedo contarte fracasos como éstos? ¿Un discurso asumiendo que la vida es bella? La vida es bella, querido mío, y es terrible saberlo, y no saber otras muchas cosas de la vida que borrarían saber cuánta belleza echamos a perder o tiramos a medio usar al basurero. La vida es bella, más que el hombre que esperas te ordene si debes pensar que La vida es bella. Un hombre no es suficiente para ello, no es culpable ni inocente la belleza. la vida es bella, y tú duermes sobre la funda de almohada con remiendos y lo último que creíste ver antes de dormir fue el cable eléctrico de la única luz de esta habitación. La vida es bella, tarareable y silbable, lo crees cuando apagas esa luz e imaginas una vida más bella que la que crees es la de esta habitación. Pero yo no soy el durmiente. Yo sólo atestiguo lo adormecido. Yo sólo veo la vida bella, dejando las vegas. Yo sólo quiero encontrar la frase que lo señale de una forma que acaso te convenza, que detenga el salto, el impulso del salto, la memoria del salto, la frase que obligue a no saltar.

La sé instintivamente. No sirve para ti.
La tuya la sabes o la ignoras instintivamente.
La vida es bella, querido mío
es siempre mejor que el salto a solas
cuando en el último instante
querría asir tu mano
detener el grito
hacer retroceder lo que no me sostendría
y es muy tarde.

por Holguín, mayo, 2001



La breve duración

Leí un largo poema de William Carlos Williams
sobre el amor y los asfódelos. Entre lo que ignoro,
tampoco sé qué cosa es el asfódelo. Otras flores tuve
y de otros poemas gusté y también tuve otras
ignorancias.
Es cierto que los poemas colocan cosas sobre el
mundo
y que hay personas que no gustan de ellos
ni del mundo,
aunque serían mejores si tuvieran
aquello que tienen los poemas.
¿Qué tienen los poemas, William Carlos Williams?
Provocan la desazón de lo desconocido,
el deseo de asir el humo que emana
de lo que creemos conocido.
Tuve esta flor, por ejemplo, hace años,
sobre la pared de una casa en la que estuve
viviendo;
en su patio las orquídeas cubrían el lugar
donde antes estuvo la caseta de madera;
en la caseta de madera, el padre de mi amigo,
una mañana nada especial
amaneció colgado de las vigas.
Las orquídeas luego cubrieron el lugar
pero no borraron su aura de tragedia.
De entonces acá estas flores no perdieron hermosura,
pero igual son materia del suicidio.

Otra flor tuve que vi crecer bajo mi agua
—el lirio perenne descrito por Ariel—;
tenía pocas cosas, paredes alquiladas me servían
de hogar:
todavía me sirven.
No tuve asfódelos, tuve éstas para mí.
Y de mí ellas no guardaron memoria.
Es vanidad de los poemas fijar los deseos del otro
y es vanidad de los poetas
creer que sus versos se fijan en el otro
como no lo hace la flor más que el tiempo
que le corresponde.
Si acaso guardaré algo para mí será lo mismo
que di a los otros que se me acercaron:
la breve duración de los asfódelos,
las orquídeas suicidas, los lirios de agua.



Compacts

I

No creo haber sido la única en la Plaza de Armas que hacía sus palabras. Turistas levemente atentos, con las piernas cruzadas hacia lo alto y los pies desnudos, dejan ir las notas de la flauta. La plaza está pensada. Mujeres de Botero en camisas azules barren hacia el recogedor las hojas de laurel que caen despaciosas.

El obrero que pinta unos adoquines de madera recién puestos había recogido un pájaro raro: desconocido para mí. Aquel pájaro trataba de agarrarse con las patas delgadas al borde del vagón de arena. Allí quedó: por momentos no podía saberse si estaba vivo. Hasta que el pájaro movía un poco el cuello y giraba los ojos. Era un detalle terriblemente humano. Y también estaba pensado para turistas. Ellos gesticulaban como si hubieran encontrado la belleza y aprisionaban la belleza en el ojo de sus cámaras de video y una vez logrado el testimonio se iban sin mirar de nuevo al pájaro patético, a buscar algún otro detalle espe-cialmente bello o especialmente humano.

Un obrero retocando la fachada de piedra no desentonaba. Fue pensado también para turistas. Mujeres arrastrando sus vestidos de intención colonial, cestas, cestas con flores de plástico o papel y sonrisas marcadas de una comisura a otra, apretaban en el hueco de la mano, bajo la cesta de flores, billetes arrugados. Una niña con un bolso de nylon sacaba unos jabones, los olía sobre el papel y los pasaba por su cuerpo.

Yo también fui pensada para turistas esta mañana. Intento regresar de mano de los trenes. Soy la escucha mientras tanto. Coches infantiles. Los destinos de un niño. Algún rostro fijo que no refleja las ideas. Y también lo contrario.

Mirada mientras miro. Turista desechable. Esto es común. Pero lo escribo.



Dios es amor / Danger / Hay perro

Con la misma eficacia que el cartel de aviso
hacerte decir que lo comprendes. No dejo que me afecte.
El desmembrado cuerpo entra al iris espejeante, al violeta.
La sin cabeza entra con cabeza prestada.
Es fuera de programa. No dejo que me afecte.
Los clarinetes bajo el agua no cantan su reclamo/
ave de cacería/ sálvate.

Tiene gestos humanos, por lo tanto cobardes
por lo demás comunes, por exceso gratuitos.
También ofrezco gestos. Donde la flor búlgara
se exhibe démodé. Y por amor cometo
los interesantes crímenes. Danger / Hay perro.
Es decir trampa de agua para el ave
pared acolchada
caja de resonancia con salidas ciegas.

Yo te quiero dormir en la trampa de agua.
En el centro del corazón del pájaro /
donde la profecía del insomne /
donde la flor búlgara se exhibe démodé.
Y es fuera de moda estremecerse en la plana belleza /
donde el misterio sea perdurable.

No dejo que me afecten los carteles de aviso.
Cuídate. Hay perro listo para morder /
hay bestia entrenada para soplar la llamada patética /
hay cuerno de caza sin sonido bajo el agua.
Cuídate / dios será amor/
pero yo / ave de cacería /
sé salvarme.



La isla

Isla mía / no quiero hablar de isla.
Te hemos explicado y no aprendemos de ti:
agua en canasta es nuestro conocimiento.
Negamos la orilla y en tierra firme
echamos a caminar buscando el límite
la línea protectora que nos libre del susto/
de lo inmensurable.

Eternos habitantes en la sajadura del agua
en el temblor rumoroso
necesario al pie como otro precisa
la superficie lunar.

Isla mía / islas
en cada uno el resplandor
de la hora finita de la tarde
que saca a pasear
como el humo de los años felices
el rostro particular transformado en máscara.

Isla mía / no quiero hablar de isla
y soy rodeada de mar y miro al mar
como miran los pájaros comunes
los mudables colores
la marea circular / inalterables.

Los altoparlantes piden el hermoso sacrificio.
Ya no vivimos cercados por las aguas
somos el agua misma / agua elemental
graciosos líquenes
animales minúsculos que se cruzan
con los hermosos ahogados
sin nadie que nos vista y acaricie
para descansar en tierra.



Los hermosos ahogados

I

De los mares de todas las islas ahogados
hermosos ahogados emergen para desandar
los trillos que sus propios pasos
abrieron en la hierba.
Fueron al mar
arrastrando sin saberlo la maldición del agua
y como agua dócil sus cuerpos
se abatieron frente a los elementos:
no reposan / no duermen.

Ladrones de cuerpos toman sus huesos
los pasillos del cráneo y de los ojos
y parecen animar en breves lapsos
lo que las aguas ya tomaron antes
y fue tributo al espacio de la hierba trillada.

Hermosos ahogados de las islas
sin un pedazo de isla para los huesos
cansados del vaivén.

Es posible verlos a la luz del faro
como bañistas despreocupados de lo que agita
las ciudades y las oficinas
y simula vida
lejos de las pequeñas luchas/
de los insectos breves.
Encima de las aguas
no hay aliento ya para los hermosos ahogados.
Ellos son nuestro pueblo submarino
lo que acaso dejemos al minucioso azar
como una pieza suelta el eslabón perdido
hasta la ocasión de entrar resueltos a las aguas.

II

Sostienen la isla y la socavan.
Ignoran nuestro peso en ella
si peso damos a tanta levedad.
Pequeños habitantes / no nos miran
y les pertenecemos.
Esperan el naufragio / el inevitable
choque / la caída veloz:
imanes nos atraen a nuestro destino de agua.
Me pongo allí
en el imaginario tentador de la cama flotante
por nuestras hundiduras, alter ego
las hundiduras.

Lento es / lento despeñarse.
Rocas abajo.

III

En la lechosa alfombra
donde descansa a tramos de la ruta marítima
el ahogado hace su propia ruta de sal
ruta de sedas presentidas en los animales
vivientes.

El ahogado busca el punto de reposo
pero sólo en el movim
es capaz de mantener el recuerdo de su objetivo.

Ahogados de las islas.
Su hermosura es la desnudez
de nuestras vanidades.
Ahogados de la tierra.
Su hermosura no existe.<
La creamos a voluntad
para sentirnos a salvo de un destino semejante.
Pero las aguas escriben su libro inalterable
en caracteres invisibles para el ojo del sol.

Ahogados de las islas
descifran en el libro la ruta venidera
como otros antes fijaron la suerte de las
caravanas.

Debajo y encima de las aguas.

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