Inventario de una expedición

Ray Faxas

Marea alta

Yo nací en el Atlántico,
y mi corazón era de algas verdes,
de basureros, de corales antiguos
del otro lado de la arena.
Yo era feroz y mis dientes
masticaban el placer que no tuvieron mis padres.
Capaz e infeliz,
nadaba en busca de excremento
cuando el Sur nos llegaba sin recordaciones.
Yo nací lujoso,
consumido como un arrecife citadino,
envuelto en café, en
galletas y dulces de almíbar antes de las siete.
Yo nací sin que me esperaran
con panecillos borrachos
y anzuelos de bajo costo.
Yo nací oscuro,
a 15 000 metros de la playa que moría;
un sábado, sin reloj de pulsera,
sin cielo, y, sin tierra
donde poder enterrarme.
Yo fui Navidad
cuando el invierno era un badajo
que golpeaba la campana
en los hemisferios.
Yo nací sin luz,
con los ojos de mi madre
en la espalda.


Poema del viernes

Muchos han compartido este salto
mientras se abrazan a la nostalgia.
Yo quise ser Ángel Escobar, un negro
triste, o vivir en Buenos Aires
para lanzarme con una máscara
bajo el color de los inviernos en Cuba.
Yo subí a un quinto piso y me lancé,
pero fue muy triste almorzarme de un golpe
el vacío que me separaba del domingo.
Caer. Dormir bajo la sed del que arde,
del que entristece y no sabe
que somos un boceto amarillo en la memoria.
Dios está sentado. Es un anciano
y sus manos aguardan el golpe
sobresaltado en la espalda.
Yo iré. Tendré adormecida la ebriedad
ante la puerta y contra el sol.
Comenzaré por saltar,
echándome la nostalgia en la embriaguez
junto a mi cintura muerta y transparente.


Mirando un film soviético

Amanecer en este país es estar dormido.
No hay ángeles ni una bestia que te convide a morir.
Esto es el mar: una callejuela dormida
que te lame el pasado.
Esto es la vida:
lo demás no tiene permanencia.
No trates de entender el canto de los gallos
porque la verdad tiene solamente tres opciones,
y a los gallos les arderá la asonancia,
la música que no conocieron.
No pretendas hacerte humano y soñar con un país,
con algo parecido al mío.
No enciendas esta oscuridad, este dolor,
este mapa donde en días apacibles cae la nieve.

Los amaneceres aquí tienen un poco de miedo,
un poco de este poema, un poco de frío;
y vivir en este país es permanecer al margen,
a la calle sucia donde está mi casa.
Quiero qué nunca despiertes de esta irrealidad.

Que nunca te arremolines, ni llames tres veces
a la misma puerta.
Ya nada importa. Ya nada podrá olvidarte.
Voy a encender esta luz,
y creer sencillamente que amanece.


Rectifico

A J. A. S.

El 20 de octubre de 2003, una mujer me preguntó el nombre.
No puedo decir el color de sus ojos
porque la confundiría con el lunes que se marcha.
Puede que esa mujer tenga demasiada luz
y se muerda las uñas, y viva en una ciudad
alejada de mi rostro.
Ese mismo día perdí un libro, la mentira de conocerla
y unos ojos a los que no me apura nada;
pero sus ojos pueden estar en mi
y yo puedo estar en ellos,
y confundir la tarde con esta leve música
me salvaría un poco.
Esa mujer, a la que no quiero nombrar,
me dolería menos si el calor de sus manos
iluminara el viernes que no regresa.
Fue en Ciudad de La Habana
y tanto dolor no es necesario decirlo.
Yo que escribo esta fecha, se que mencionarla
me daría una breve nostalgia,
pero la menciono igual,
porque mencionarla es como estar en sus ojos,
en el paisaje que no atino a descubrir,
en lo real del sueño.
Sé que conocí a una mujer un 20 de octubre,
y que me preguntaba el nombre y sonreía,
y yo me quedaba en ella como una leve música
que no se llega nunca a tararear, como un suspiro.



Raúl Hernández Novás

Sé que hoy va a venir el Cuco, Raúl,
va a venir con su oscuridad reciente
y aniquilará cada gesto, cada palabra
que nos nombra. Aguanta un poco
este orgullo y olvida que al regreso estará
madre esperándote. Sé que morirse
te puede dar alegría, pero tu no eres
un bufón ni tus poemas son decretos
para esta ciudad que también se muere.
Haz crecido tanto en mí que ya me es necesario
esta locura. No es necesario
que te hagas un caracol, ni te descubras
viejecillo y cansado.
Madre ha vuelto y está tan ebria
de morirse que amarla un poco me
asustaría.
No abras la puerta. Quédate en la acera,
en el borde transversal de tu ojo amarillo.
Alguien toca una suave música que no comprendo.
Alguien desde afuera hace saltar tus escombros
y encuentra mi corazón frágil.
Si viene el Cuco escóndete
para cuando llegue no haya nadie
y para que nadie me falsifique.
Está sonando el timbre y su voz terrible
te puede matar ese silencio con el
que amanecías a medianoche.
Sé que hoy va a venir el Cuco, Raúl,
y tocará en tu corazón
hasta dejarte completamente solo.


Los girasoles, la silla vacía y las cebollas

Yo soy ese que un día pintó los girasoles.
No me perdonen.
Tienen todo el derecho de arrancarme los ojos,
de dibujarme un ciruelo menos florecido.
No me dejen libre
porque tanta libertad me asusta.

Yo fui ese que tuvo una navaja,
una oreja muerta,
una cantina en el viejo París,
oscura y amarga como un trazo lejano de la novia.

No me perdonen;
no es justo que yo beba de vuestro vino,
que sueñe vuestro invierno
cuando mis manos florecen ante tanta pobreza.
Yo que inventé la felicidad
para tatuarme la noche como un país extraño.
Soy demasiado torpe y calvo,
demasiado amarillo para tan poco otoño.
La culpa es sólo vuestra,
del horrible tiempo y de mi hermano;
sí, de mi hermano por haberme hecho eterno y doloroso.
Yo fui ese que huyó de los hombre,
con una oreja menos, con una angustia de más.
No me perdonen,
aunque no haya sauce ni hijas,
aunque el color se me congele junto a las cebollas,
aunque mi madre cante en el comedor y florezca.

No me perdonen,
porque sólo ustedes son los culpables,
los únicos culpables.



Animal de fondo

Sé que morirse puede parecer tan común.
Si un pájaro pasa y te alumbra con sus alas
te volverás a ver tu sombra o la sombra del pájaro.
Un niño pudieras ser pero es demasiado temprano,
demasiada luz para reconocerte.
Hay una vela que te alumbra. Un fósforo
que perderá la cabeza para ser lo mismo,
pero lo mismo eres tú o tu pesada oscuridad.
El pájaro volver a encenderte una esquina,
a picotear justamente tras la empecinada noche.
Un pájaro es lo mismo que un sueño.
un sueño es lo mismo. Pero tampoco.
Sé que morirse puede parecer tan común,
y que…


Antes del mal dormir

Cuando la tarde se vuelva un círculo
y las manos este frío que te abraza los párpados
y te cierra la boca; cuando además
de las mariposas puedas encontrar
un viernes despidiéndose, un caballo que salta
hasta la memoria y no te reconoce;
no sabe qué hay detrás de ti,
no sabe si llueve un café hasta el borde
de los ojos. Cuando la puerta se cierra
y no llega a acompañarte, no deja
que el viento cruce este frío desolado
y golpee una y otra vez sobre tu corazón
y salte sigiloso donde alguien te promete
un nuevo hermano, una novia que te besa
antiguamente como cuando eras un niño.
El mundo gira se detiene y vuelve otra vez
a ser distinto.
Cuando cruce frente a ti un caballo
piensa que puede ser tu madre la que sueña,
la que se vuelve un círculo, una mariposa,
o este sueño que llegará dentro de poco.


La tranquilidad de las cosas

De nada sirve el mar
o un río oscuro caminar hacia ti;
mucho menos conocer el águila,
la bala quieta abriéndote el pecho o las manos.

De nada sirve que seas tú este invierno.
De nada sirve creerte un suicida
que despierta en la mañana y se palpa intacto.

De nada sirve tanta quietud.
De nada.


Mientras salta un hombre

Hermanos, esta mañana saltó un hombre
y no he sido yo.
Yo estuve a punto de serlo
pero el vacío parecía demasiado doloroso.
No se preocupen,
todavía hace demasiado frío en el alma
y la felicidad es tísica,
y un poco de tierra en los ojos no será suficiente.
Quizás cuando anochezca
vengan unos hombres preguntando por mí
pero no me reconocerán.
Hoy es sábado
y morirse los sábados
es tan común que apena sólo de pensarlo.
Tengan fe. Esperen un día más.
Quédense pequeños para que el dolor los confunda.
Tengan un poco de fe.
Tengan un poco de cielo,
una ciudad con edificios altos,
con gatos asustadizos
y una ventana que permanezca abierta.
Hermanos, esta mañana saltó un hombre
y no he sido yo.
Mañana.
Tal vez mañana.
No se preocupen.

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