Inventario de una expedición

Israel Domínguez

Caballos

a Javier Marimón
a Maritza Espinosa


1

Al lugar más íntimo del hombre
llegan los caballos,
allí donde todo es virgen y distinto.

Aunque se dice que la noche
es el instante propicio,
para que lleguen
sólo basta que el hombre
ahogue sus penumbras
y esté dispuesto a descansar.

Alguien pudiera confundirlos
con el causante de tanta pesadilla.
Pero quienes han visto
a los que duermen en paz
aseguran que un caballo
es portador de los orígenes más nobles.

2

Imaginar un caballo
es como imaginar a Dios.

Dios es la hoja
que cae lentamente
sobre el agua
como el agua misma recibiendo a la hoja
con toda mansedumbre.
Pero Dios no es la hoja,
la plenitud del agua.
Más bien es el instinto:
la suavidad de la caída,
la mansedumbre del recibimiento.

3

Aparecen de golpe ante los ojos
de quien ya mira en calma
la luz comienza a moverse como un pájaro
al que han arrebatado su nido
el pájaro apenas mueve sus alas
y no es pájaro sino tigre
persiguiendo siluetas deliciosas
salta el tigre y no es sino muchacha
detenida en la belleza de sus carnes
y la muchacha será muchacha por segundos
y la pareja pareja por segundos
y la ciudad por segundos...
hasta que súbito
como si alguien encendiera las luces
de un cinematógrafo
el que miraba en calma
comienza a ver claridad empañada.

4

Una sombra a la espera en cada instante.
Sobre su verde se levanta la pira
donde arden los cimientos.
Del azul se hace la máscara
con que la bestia burla los guardianes del ensueño.

En cada instante una sombra a la espera
de que la luz abandone su costumbre
de iluminar los suaves corredores.

5

Entonces el hombre no descansa.
Ha confundido la luz con la claridad,
el reposo con el simple hecho
de cerrar los ojos,
la paz con el silencioso paso de la bestia
que acecha su descuido.


Hacia donde el agua empuja

para mi padre

La sensación, hijo.
La sensación de los días y las noches.

Vuelvo como una piedra que respira bajo el agua,
en los ojos de la lechuza
que traza sus nocturnidades por el Parque de la Libertad.

Y ya mi sangre es otra sangre
y mi recipiente avanza
en los extraños cuerpos de un mar del Norte.
Pero de qué me sirve volver
si ya no puedo acariciar el cabello blanco de tu madre.

Es verdad que los muertos llevan la luz
que los hombres esconden por temor,
lo que realmente se pierde
es sólo memoria de familia.
Yo en cambio deseo regresar,
pues aunque esta paz
es inalcanzable en el reino de los vivos,
no hay nada como un trago de café,
los acordes del laúd
y mi décima irrumpiendo en el eco de otro canto.

Hubiera querido volver
sin que ninguna señal de la ciudad
entorpeciera el recorrido de mi viaje.
De qué vale un buen comportamiento
si cuando cierras los ojos
nadie te acompaña.

Ve, hijo.
Sin que te detenga el llanto de los tuyos.
Ve hacia donde el agua empuja
sus infinitos manantiales.


El número

a A.S.

Siete candeleros alumbran el espacio
entre el fin y el gran misterio.
El muerto habla pero no revela.
La presencia de la hoja es el anuncio.

Siete iglesias y siete pecados
cierran las puertas del hombre.
La bestia es el hombre que se teme.
Siete cabezas persiguen a la Bestia.

Siete columnas se encuentran en el viento.
El camino no es el camino.
El gallo vuelve y nos deja la señal.

Siete labios impulsan el recorrido de la sangre,
siete son las figuras invitadas.

Dónde está el número.
Dónde la fuerza que resume los bordes
y fulge más allá de los ojos.

El agua corre
y en la resaca de los mares
trae la suerte de los peces.
El agua corre
y aún así nos preguntamos:

dónde está el número.


Círculo de agua

.... que los iroqueses llaman Orenda
y los lakotas Wakan,...
Joseph Bruchac


Wakan-Tanka,
hacedor de la luz,
creación de sí mismo,
círculo de agua.

Tierra, viento y fuego,
garras del tigre,
mansedumbre de los árboles.

Wakan-Tanka,
difícil de encontrar:
el séptimo filo en el Corazón
el Corazón lejos del bisonte.


Invitaciones

III

De ciudad en ciudad se hace la vida.
La muerte es la presencia de la nada
o formas desgastando la piedra luminosa.

Hay un sitio donde todo se confunde.
La curva vuelve a cerrarse
y la paz aún existe en los deseos de encontrarla.

El enemigo ensilla los caballos
y en la vastedad de la noche
propicia los instantes.

El enemigo no es la sombra
que acecha desde el árbol.
El enemigo está en la casa.


X

Cálido como las palomas del vecino,
áspero y oscuro como una noche de ciclón
es el recinto donde acomodo mi paciencia.
Mi abuelo hilvana los cuentos del isleño
mientras mis padres ríen sin saber
que correrá la sangre entre las flores del Difunto.

"Es la casa, es el tiempo del reposo,
el puente por donde viaja el hombre
a buscar los sueños que espera la familia.
Es la casa, es el tiempo del trabajo."

Huyo de mi padre, maldigo sus costumbres,
y vuelvo luego donde las flores y el retrato
que mi madre dispone con cuidado.
Y pienso- mientras imagino el rostro de mis hijos-:
Es la casa, es el tiempo del reposo.


Poema mientras observo un paisaje

a Pablo y Angelina

Una casa en la loma. Un río al bajarla.
Un álamo que saludaba y despedía
a los visitantes a caballo.
Antes del árbol, o después,
según la posición del espectador,
el umbral por donde cruza el viajero
enrojecido y sediento.

Entre el aroma de la cocina
y las aves corriendo hacia los granos de maíz
mi abuela alegre como el diente de oro
que muestra su sonrisa.
Pero cuenta mi madre:
“...de la boca para afuera...”

En el extenso pasto una arboleda,
a la sombra el ganado casi indiferente
( comportamiento del animal
cuando está fuera de peligro).
Y la dormidera descubriendo en los pies
mi condición frágil de niño de pueblo.

Llegaba mi abuelo con la alforja,
y algunos dulces para justificar su ausencia.
Muchas preguntas. Pocas respuestas.
Entre un niño y un adulto hay una distancia
parecida a la que existe
entre Dios y el hombre.

Amable el campo en la mañana,
violento desde el primer anuncio de la tarde,
lóbrego y sarcástico en la noche
como la soledad que ha de sentirse en una celda.
Gracias a la luz de una vela
podía aliviar el miedo
hasta que por fin entraba en el sueño.

Una casa en la loma. Un río al bajarla.
En el rincón de un cuarto imágenes y ofrendas
(tan distantes entonces).
Lo que hoy es hierba pasajera
desde una ventanilla
mañana puede ser piedra angular
de nuestra existencia.


Una foto nos habla

a Ernesto Acosta Sediez

El agua deja en sus ojos
oraciones que vienen de otra dimensión,
sus ayudantes invocan las imágenes del aire.
Del otro lado de la ciudad una foto nos habla:
la teja protectora, los signos y la miel;
encima un remolino (señal de los Cuatro Senderos).
Las semillas dicen: “Tu padre debe una promesa.
(Sobre la estera no pongas condiciones:
el que espera recibir
para luego pagar lo prometido
recibe la ayuda del Cielo
pero no su bendición.)
Irás al santuario
para que las sombras continúen su camino”.
Okana dicen las vistas: una mujer pide mi padre,
una mujer que divise las figuras en el agua.
Y aparece la mujer, y una casa aparece
y un hombre cruza una línea
y la mujer describe al hombre
y mientras avanzo escucho:

Primero el boceto, después la figura,
luego los caminos, y por último la memoria,
la memoria en el viento.


Después de acompañar a William Jones

Pregunta mi nombre... dice:
“Luego te veo”.
Ver -en este caso- no significa reunirse,
mucho menos descubrir.
William Jones
-cliente de la habitación 4372-
ha querido decir
que cuando tenga cambio
dará algo de propina.

Más de una vez lo he visto pasar.
“Se le ha olvidado”,
digo para no lastimarme
con la posibilidad del engaño.


Releyendo Paradiso

De sus dientes brota una burla:
no conozco la marca del auto
en que ella y sus amigos
recorren el país.

Recuerdo cuando aquellos muchachos delicados
con la vista se decían:

¨Qué horror, no sabe quién es Andrea Bocelli ¨.

¨ Releyendo Paradiso ¨,
respondí en un banco
donde leía por primera vez
aquellas páginas.

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